lunes, 25 de marzo de 2013

Un espacio...

Después de millones de años de no escribir, claro la decisión de no escribir era porque me había tomado mi mes sabático en el mes de mi cumpleaños. 

Pero la afición al ocio me arrastro hasta mediados de Marzo, en fin estoy de vuelta y vamos a empezar con algo mágico místico...

En mi primer visita al DF después de sufrir mi amputación, recuerdo que estaba fuera del hotel esperando el carro ya para irnos de regreso a Culiacan. Había estado en el DF porque fui a una exposición de Saramago, la cual iba hacer inédita, con libros y cosas personales exclusivas de él. 

En ese momento que estaba ahí en la boba, se acerco un señor (sabia que era amputado porque yo estaba en short) y me regalo una hoja diciéndome "sigue adelante", al abrir la hoja vi el relato que les dejo a continuación. 


Todo por un espacio. 

Un viaje mas en el metro, juntos a las masas, donde la inercia disfrazada de costumbre me permite actuar casi sin pensar. 
El tenue ruido de arrastrar los pies es opacada por un agudo grito, pienso que se trata del pregón de un comerciante. 
Al avanzar más ya me doy cuenta de que se trata de un invidente al que un accidente lo limito, pero sus ansias de vivir no mutilo. 
Parecería ser que al perder la pierna también se desprendió de todo pudor y sin ninguna moderación grita a todo pulmón ¡Ayuda! ¡Ayuda!.
La oscuridad en que vive es su escudo contra negativas reacciones, expresivas de la gente. 
Unas manos acomedidas toman los manubrios de su silla rodante. 
La escena no me pasa indiferente y estoy expectante. 
Mi intención se ahoga entre una discreción sugerida y moderación aprendida de remotas relaciones familiares. 
Mas adelante fortuita y obligatoria oportunidad de reivindicarse se presentaría cuando el señor que lo guiaba me dijo que el ya se iba a ir por otro lado que yo lo llevara. 
Tomo la silla y me embargo la grata sensación de ser útil  Defectuosamente mezclada con la honestidad de creerme muy muy importante. 
En el corto recorrido, entablamos franca comunicación entablada en su persona y quizás intuyendo la importancia que tendría en mis reflexiones; le pregunto su nombre. 
El convoy tarda en llegar y en consecuencia viene llenísimo. Pienso que no va a entrar, empujo la silla y solo entra la mitad, pero Ruben suple sus carencias con maña y jalonea de un tubo, logrando penetrar curiosamente, el ya entro pero la silla no. 
En el interior del vagón se escuchan voces de protesto negándole la oportunidad de espacio, pero el grita ¡Yo también tengo derecho a viajar!
El esta enfrascado en férreo combate contra la inequidad de la vida. 
Sigue peleando contra la incongruencia de gentes que por la mañana se persinaron y hasta bendiciones regalaron. 
El alboroto convoca la presencia de elementos de seguridad que a pesar de usar un tono elegante "caballero ya no cabe por favor espere al siguiente" no lo convencen, ni logran persuadir a Rubén de su intención de viajar. 
Por fin lograron meter la silla, solo falto un cuernito pero así el convoy pudo la marcha iniciar. Poco después llegaría el siguiente convoy más vació. Y la imagen de esa silla a la mitad me seguia. Como un reto a la prudencia o un elogio a la tenacidad...


Este texto viene firmado por Jose Gutierrez G. no lo conozco, solo se que lo encontre en Roma Norte en el DF en el 2011. Si alguien lo conoce dele las gracias por mí o si lo esta leyendo GRACIAS.